INFUSIÓN
Entra en un espacio donde el tiempo se diluye y las penas se disuelven como humo de neón en la penumbra. Aquí no existen relojes ni cargas, solo un pulso eléctrico que atraviesa el aire y se mezcla con los colores que estallan en cada rincón. La realidad se fragmenta en destellos, y cada fragmento vibra con una energía que invita a soltar, a dejarse llevar, a olvidar.
La música no suena: respira. Se expande como un eco líquido que acaricia la piel y enciende la memoria de lo que somos cuando no hay máscaras. Cada golpe de ritmo es un latido compartido, un recordatorio de que la alegría no se guarda, se contagia. En este ambiente disociativo, las sombras se transforman en danza, y las lágrimas se evaporan en risas que iluminan el espacio.